Una sonrisa exactamente así
(Eduardo Sacheri)

Hasta ahora sonreíste siete veces. Por supuesto que las tengo contadas. Hace un rato increíblemente largo que vengo mareándote con mis palabras, por estrategia o por desesperación, y verte sonreír es -me parece- la única huella que puede llegar a indicarme si voy bien o si estoy perdido.
La primera fue la más fácil. Las difíciles fueron desde la segunda en adelante. Tu primera sonrisa fue automática, impersonal. Fue un reflejo de la mía. Casi un acto de imitación involuntaria. Un tipo joven se acerca a tu mesa, se te planta adelante y te dice "hola" mientras sonríe y vos, que estabas absorta mirando hacia fuera, hacia la calle, volvés de tu limbo y contestas aquella sonrisa con una igual, o parecida.
A partir de entonces las cosas se complicaron. Fue mucho más difícil conseguir que soltaras la segunda. Porque este desconocido que era -que sigo siendo- yo, sin dejar de sonreír, te pidió permiso para ocupar la silla vacía de tu mesa. Unos minutos -prometí-, no demasiados. Un rato, porque tenía que decirte algo. Entonces de tu rostro se fue aquella sonrisa, la primera, la del reflejo o el saludo, la que era nada más que un eco de la mía. Y en su lugar quedaron la extrañeza, la incertidumbre, las cejas un poco fruncidas, un ápice de temor. ¿Qué quería este desconocido? ¿De dónde lo habían sacado?
Como te sostuve esa mirada, como aguanté a pie firme este bochorno precisamente por causa y por culpa de esa mirada tuya, no de esa pero sí de otra nacida de los mismos ojos -la que tenías mientras mirabas hacia fuera del café sin ver a nadie, ni a mí ni a los otros, justo cuando yo pasaba corriendo por Suipacha-, como te la sostuve, digo, vi que estabas a punto de decirme que no, que no podía sentarme a tu mesa. ¿Dónde se ha visto que una chica acepte sin más ni más a un desconocido en su mesa, sobre todo si el desconocido tiene el traje desaliñado, la corbata floja y la cara empapada de sudor, como si llevara unas cuantas cuadras lanzado a la carrera?
Ibas a decirme que no, y si no lo habías hecho aún era porque en el fondo te daba algo de pena. Fue por eso, porque se notaba en tu rostro que ibas a decirme que no, aunque te diera pena, que alcé un poco las manos como deteniéndote, y te rogué que me dejaras hablarte de los uruguayos del Maracaná.
Para eso sí que no estabas lista. No había modo de que lo estuvieras. ¿Quién hubiese podido estarlo? Te habrá sonado igual de loco que si te hubiera dicho que quería contarte sobre la elaboración de aserrín a base de manteca o sobre la inminente invasión de los marcianos. Pero la sorpresa tuvo, me parece, la virtud de desactivarte por un instante la decisión de echarme.
Y en ese instante, como en el resto de esta media hora de locos, no me quedó otra alternativa que seguir adelante. ¿Te fijaste cómo hacen los chicos chiquitos, cuando se pegan sigilosos a las piernas de sus madres mientras ellas están atareadas en otra cosa, para que los alcen a upa aunque sea por reflejo y sin distraerse de lo que están haciendo? Más o menos así me dejé caer en la silla frente a vos. Sin dejar de hablar ni de mirarte, y sin atreverme a apoyar los codos sobre la madera, como para que mi aterrizaje no fuese tan rotundo.
Para disimular no tuve más opción que lanzarme a hablar, aunque no supiese bien por dónde empezar y por dónde seguir. Arranqué por la imagen que a mí mismo me cautivó la primera vez que alguien me puso al tanto de esa historia: once jugadores vestidos de celeste en un campo de juego, rodeados por doscientos mil brasileños que los aplastan con su griterío furioso, a punto de empezar a jugar un partido que no pueden ganar nunca.
Te dije eso y tuve que hacer una pausa, porque si seguía amontonando palabras
esa imagen iba a perder su fuerza. Y noté que querías seguir escuchando, y no
por el arte que tengo para contar, sino porque ese es un principio tan bello y
tan prometedor para una historia que a cualquiera que la escuche sólo le cabe
seguir atento para enterarse de lo que pasa con esos once muchachos.
Me pareció entonces que era el momento de agregarte algunos datos que te ubicasen mejor en esa trama. Año 1950, te dije, Campeonato Mundial de Fútbol, partido final Brasil-Uruguay, Río de Janeiro, 16 de julio, tres y media de la tarde, te dije.
Esa fue la segunda vez que sonreíste. Una sonrisa extrañada, a lo mejor desconcertada, a lo peor compasiva, pero sonrisa al fin. Ya no tenías temor de que este tipo locuaz de traje gris fuese un asesino serial o un esquizofrénico. Podía ser un idiota, pero en una de esas, no. Y la historia estaba buena. Por eso te seguí pintando el panorama, y te conté que los brasileños llegaban a ese partido final después de meterle siete goles a Suecia y seis a España. Y que Uruguay le había ganado por un gol a los suecos y había empatado con los españoles. Y que con el empate le alcazaba a Brasil para ser campeón del mundo por primera vez.
Ahí yo hice otra pausa, porque me pareció que tenías datos suficientes como para que la historia fuera creciendo en tu cabeza. "¿Sabés qué les dijo un dirigente uruguayo a sus jugadores, antes de salir a jugar la final?", te pregunté. Vos no sabías, cómo ibas a saber. "-Traten de perder por poco. Intenten no comerse más de cuatro-. Eso les dijo. Les pidió que evitaran el papelón de comerse seis o siete. ¿Te imaginás?", te pregunté. Y vos moviste la cabeza diciendo que sí, y yo me quise morir viéndote así, porque estabas imaginando lo que yo te estaba contando, y era una estupidez, pero fue entonces, hace veinte minutos, que tuve la intuición fugaz de que era el primer diálogo que teníamos en toda la vida. Vos estabas ahí, o mejor dicho vos estabas ahí dejándome a mí también estar ahí porque te estaba contando de los uruguayos. Era esa historia la que me tenía todavía vivo en el incendio de tus ojos, y por eso te seguí contando.
Esos once muchachos vestidos de celeste entraron a cumplir con un trámite, te
dije. El de perder y volverse a casa. Para eso el Maracaná recién estrenado,
las portadas de los diarios impresas desde la mañana, el discurso del
presidente de la FIFA felicitando a los campeones en portugués, la mayor
multitud reunida jamás en una cancha, los petardos haciendo temblar el suelo.
"Con decirte -proseguí- que la banda de música que tenía que tocar el himno nacional del ganador no tenía la partitura del himno uruguayo", y abriste mucho los ojos, y yo te pedí que no abrieras los ojos así porque podías tumbarme al suelo con la onda expansiva, y esa fue tu tercera sonrisa, con las mejillas un poco rojas asimilando el piropo cursi y suburbano. Supongo que yo -definitivamente enamorado- también me puse colorado, y salí del paso contándote el partido, o lo que se sabe del partido, o lo que no se sabe y todo el mundo ha inventado del partido. Un Brasil lanzado a lo de siempre: a triturar a sus rivales, a engullir seleccionados, a llenarle el arco de goles a todo el mundo, a sepultar rápido los noventa minutos que los separaban de la gloria. Un Uruguay chiquito, un Uruguay estorbo, un Uruguay que molesta y pospone el paraíso. Un Uruguay ordenado y prolijo que le cierra todos los agujeros y los caminos, y un primer tiempo que termina cero a cero pero es casi lo mismo porque el empate le sirve a Brasil.
"Y empieza el segundo tiempo y a los dos minutos -continué- Friaca marca un gol para Brasil". Entonces fruncí los labios y moví las manos en ese gesto que quiere decir "listo, ya está, asunto terminado", y que vos interpretaste a la perfección, porque te pusiste un poco triste.
"Imaginate lo que era el Maracaná después del 1 a 0", agregué. Los uruguayos ya tenían que meter dos goles, y en realidad lo más probable era que Brasil les metiera otros cuatro antes de que esos pobres muchachos consiguieran llegar a la otra área.
Creo que ese fue el momento más difícil. No digo de esa final del Mundo. Me refiero a nuestra charla, o más bien a mi monólogo. Tal vez te suene ridículo -en realidad lo lógico es que todo esto te suene absolutamente ridículo-, pero evocar ese instante del gol de Friasa, con todo el mundo enloquecido y feliz alrededor de esos once uruguayos náufragos me hizo sentir a mí también el frío mortal de la derrota. Y estuve a punto de rendirme, de ponerme de pie, de ofrecerte la mano y despedirme con una disculpa por el tiempo que te había hecho perder. No sé si te ha ocurrido, eso de entusiasmarte hasta el paroxismo con alguna idea que apenas la echás a rodar se vuelve harina y es nada más que pegote entre los dedos. Así quedé yo en ese momento.
Pero entonces me salvó tu cuarta sonrisa. Al principio no la vi, porque me
había quedado mirando tu pocillo vacío y el vaso de agua por la mitad. Por eso
me preguntaste "¿Y?", como diciendo qué pasó después, y entonces no tuve más
remedio que alzar la vista y mirarte. Tenías la cabeza apoyada en la mano, y el
codo en la mesa y los ojos en mí. Y tus labios todavía no habían desdibujado
esa sonrisa de curiosidad, de alguien que quiere que le sigan contando el
cuento.
No me quedó más remedio -o lo elegí yo, es verdad, pero a veces es más fácil
elegir cuando uno piensa que no tiene más remedio- que caminar hasta el fondo
del arco y buscar la pelota para volver a sacar del mediocampo. Recién, hace
quince minutos, lo hice yo; en el '50, en Río, lo hizo Obdulio Varela. El
cinco. El capitán de los celestes. Te dije que según la leyenda se pasó cinco
minutos discutiendo con el árbitro para enfriar el clima del estadio. Pero son
tantas las leyendas de esa tarde que si te las contaba todas no iba a terminar
nunca. Esos uruguayos, pobres, habrán gastado mucha más saliva, a lo largo de
sus vidas, desmintiendo las fábulas de lo que no fue que relatando lo que sí
pasó.
Se reanudó el partido. Y yo, contándotelo, hice más o menos lo mismo. A esa altura se supone que está todo dicho y todo hecho -te situé-: Uruguay pudo resistir el primer tiempo completo. Ahora que entró el primer gol tiene que entrar otro más, y otros dos, u otros cuatro. Ahora la historia va a enderezarse y caminar derecha hacia donde debe.
Pero el asunto se escribe de otro modo. Porque ese gol que Friasa acaba de meter no es solamente el primero de Brasil en esa tarde. También es el último. Nadie lo sabe, por supuesto. Ni los brasileños que juegan ni los brasileños que miran ni los brasileños que escuchan. Pero los once celestes sí parecen tenerlo claro.
Tan claro que siguen jugando como si nada. Como si más allá de las líneas de cal se hubiese acabado para siempre el mundo. Tal vez por eso, porque están decididos ni más ni menos que a jugar al fútbol, desborda la camiseta celeste de Guiggia por derecha, envía el centro y Schiaffino la manda guardar en el arco de Barbosa, que no lo sabe pero acaba de empezar a morir; aunque todavía le falten cincuenta años hasta que de verdad se muera.
No sé si en otros deportes esas cosas son posibles. En el fútbol sí. Nada es para siempre, ni definitivo, ni imposible. ¿Será por eso que es tan lindo? Faltan diez, nueve minutos para que Brasil sea campeón con el empate. Pero Guiggia se la toca a Pérez que se la devuelve profunda, como en el primer gol, por la derecha, hacia el área. El puntero celeste lo encara a Bigode y lo deja de seña, aunque se acerca peligrosamente al fondo y eso lo deja sin ángulo de disparo. Lo lógico es que Guiggia tire el centro. Eso es lo que esperan sus compañeros, que le piden impacientes la pelota. Es lo que esperan los defensores brasileños, que tratan de marcarlos. Y es lo que espera el pobre Barbosa, que se mueve apenas hacia su derecha para anticipar el envío.
Ahí vino tu quinta sonrisa. Fue de nervios. Faltó que te pusieras de pie para ver mejor, como hacen los plateístas en la cancha en las jugadas de riesgo. Esa fue la menos mía de todas tus sonrisas. Pero no me molestó, casi al contrario. Esa sonrisa fue toda para Guiggia, para alentarlo a lograr lo que en apariencia no podía salirle: sacar el balinazo al primer palo, meter el balón entre Barbosa y el poste. Prolongaste tu sonrisa para acompañarlo en su carrera con los brazos en alto, esa carrera a solas, a solas porque sus compañeros simplemente no pueden creer que la pelota haya entrado por donde no había sitio para que entrase.
A esa altura me faltaba contarte poco. El público enmudeció de pavor, y a los jugadores de Brasil el alma se les llenó de malezas heladas. Y ahí llegó tu sexta sonrisa. Esta fue confiada. Ya habías entendido cómo terminaba la historia. Lo único que querías era que te lo confirmase. Te agregué una última leyenda, porque aunque tal vez también esa sea mentira, de todos modos es hermosa. Con el tiempo cumplido, cayó un centro al área de Uruguay. El uruguayo Schubert Gambetta alzó los brazos y tomó la pelota con las manos. Sus compañeros se querían morir. ¿Cómo va a cometer ese penal infantil en una final del Mundo, con el tiempo cumplido? Lo increpan, lo insultan. Gambetta los mira sin entenderlos. Se defiende, tal vez a los gritos, tal vez lo hace llorando. Les dice que miren al árbitro. Les pregunta si no lo escucharon. Porque aunque parezca imposible, Gambetta es el único que ha escuchado el pitazo final. Es el único que ha sido capaz de discriminar de entre todos los ruidos -el de la pelota, el de las voces, el del pánico- el sonido del silbato. Los demás terminan por entender que es cierto: el partido ha terminado, Uruguay es campeón del mundo.
Y cuando hice un segundo de silencio después de la palabra "mundo", tu séptima
sonrisa se iluminó del todo, en el alborozo de saber que esos once muchachos de
celeste habían sido capaces de saltar todas las trampas del destino para
volverse a Montevideo con la Copa. La tortuga que derrota a la liebre, el
mendigo hecho príncipe, David contra Goliat, pero con pelota.
Si hubiese ganado Brasil nadie se acordaría demasiado del 16 de julio de 1950.
Lo normal no se recuerda casi nunca. Pero ganó Uruguay, un partido que si se
hubiese jugado mil veces Uruguay debería haber perdido novecientas cincuenta y
empatado cuarenta y nueve. Pero de las mil alternativas Dios quiso que cayera
esta: Uruguay da el batacazo más resonante de la historia del fútbol, y más de
medio siglo después yo me acerco a tu mesa y te lo cuento.
Hoy es 28 de julio. Pero si vos ahora me decís que me levante y me vaya, da lo
mismo que sea 37 de noviembre. Lo del 37 de noviembre te lo dije recién, hace
dos minutos, pero tu sonrisa no llegó a ser porque viste mi expresión seria y
te contuviste. Porque ahora hablo más en serio que en todo el resto de esta
media hora que llevo sentado enfrente tuyo. Y si vos ahora me decís que me
vaya, yo me levanto, dejo tres pesos por el café, te saludo alzando una mano,
me mando mudar y sigo por Suipacha para el lado de Lavalle. Y vos de nuevo te
ponés a mirar por la vidriera.
Igual andá con cuidado, porque es muy probable que si reincidís en eso de mirar hacia afuera con esos ojos que tenés, otro tipo haga lo mismo que yo, se enamore y entre. Más difícil será que te cuente una historia como esta que acabo de contarte, pero algo se le ocurrirá, mientras intenta no perderte. Pero bueno, pongamos que eso no sucede, y el resto de los hombres te deja en paz, mirando hacia la calle. En ese caso, de aquí a unos minutos se te irán borrando de la memoria los tonos de mi voz y los detalles de mi cara.
Y ahora viene lo más difícil. El problema es que los uruguayos pueden acompañarme hasta aquí y nada más. De ahora en adelante es imposible. Y mirá que, para esos tipos, no parece haber muchas cosas imposibles. Pero lo que falta por hacer es asunto mío. O mío y tuyo, pero no de ellos.
Lo que me falta contarte es el final, o el principio, según se mire. Me falta hablarte de mí, hace media hora, corriendo como un loco por Suipacha hacia Corrientes. Tarde, tardísimo, porque hoy todo me salió al revés desde el momento mismo en que abrí los ojos, esta mañana. El despertador que no sonó, o que me olvidé de poner, el golpe que me di con el borde de la puerta en plena frente, los dos colectivos que pasaron llenos y me dejaron de seña en la parada, el subte que fui a tomar desesperado por no llegar tardísimo al trabajo y que hizo que fuera corriendo por Suipacha desde Rivadavia y no desde Paraguay, y el semáforo de Corrientes que pasa al verde diez segundos antes de que llegue a la esquina y los autos que arrancan y yo que me agacho con las manos sobre los muslos intentando recuperar un poco el aliento, mientras giro de espaldas a la calle y me topo con el bar y con tu codo en la mesa y tu cabeza en la mano y tu mirada en el vidrio pero viendo nada.
No importa lo primero que pensé al verte. O sí, pero no es el momento. Tal vez haya oportunidad, alguna vez, de decírtelo. Depende.
Lo que sí puedo contarte es que en ese momento, mientras me asaltaba el dilema de volverme hacia Corrientes y seguir corriendo hasta Lavalle o entrar a encararte es que vinieron los uruguayos. Llegaron en ese momento. Los once: Máspoli; González y Tejera; Gambetta, Varela y Rodríguez; Guiggia, Pérez, Migue, Schiaffino y Morán.
Te parecerá tonto, pero esos uruguayos del Maracaná me sirven de talismán. No
siempre. Sólo recurro a ellos en situaciones difíciles. A veces recito la
formación, como rezando. O me los imagino en el momento de entrar a la cancha
con cara de "griten todo lo que quieran, que nos importa un carajo". O lo veo a
Guiggia en el momento de meter el balón por el ojo incrédulo de la aguja de
Barbosa. Si Uruguay pudo en el '50, me dije... en una de esas quién te dice.
Por eso me desentendí del semáforo y de la calle Corrientes y entré al bar y
caminé hasta tu mesa y te sonreí y vos, por reflejo, me devolviste tu primera
sonrisa. Pero como te dije hace un rato el problema no son tus primeras siete
sonrisas. El asunto es la que viene.
Tengo novecientas noventa y nueve chances de que me digas que me vaya, y una sola de que me pidas que me quede.
Porque ponele que yo ahora termino y vos sonreís: alguien lo mira de afuera y puede decir "¿Y qué tiene que ver que sonría? Puede sonreír porque piensa que estás loco, o que sos un tarado", y es cierto, puede ser por eso. Y en una de esas es verdad.
Pero también puede ser que no, que sonrías porque te gusté, o porque te gustó la historia que acabo de contarte. O las dos cosas: a lo mejor te gustamos mi historia y yo, y a lo mejor te estás diciendo que en una de esas para vos también este es un día especial. Un día distinto, ese día diferente a todos los otros días en que las cosas se salen de la lógica y la vida cambia para siempre, y a lo mejor pensás eso a medida que yo te lo digo y en tu cabeza se abre la pregunta de si no será una buena idea seguirme la corriente, por lo menos hasta dentro de medio minuto cuanto te invite al cine y a cenar, o hasta dentro de un mes o hasta dentro de un año o hasta dentro de cuarenta.
Y puede que ahora sonrías una sonrisa que me indique a mí, que llevo media hora
intentando leer las señales de tu rostro, que hoy no sonó el despertador y me
pegué con el filo de la puerta y perdí los colectivos y corrí hasta el subte y
vine corriendo desde Rivadavia y me cortó el semáforo y giré y vos estabas
sentada en el café nada más que para esto, para que yo me atreva a rozar tu
mano con la mía y vos de un respingo y me mires a los ojos con tus ojos como
lunas y yo te sonría y vos también me sonrías, pero no con una sonrisa
cualquiera sino con esta que te digo y que vos estás empezando a poner, ¿ves?
Así: una sonrisa exactamente así.
Matchday Inside FC Barcelona

La cámara sigue a los jugadores como si estuviese jugando el partido. Son tomas cortas. Eso, más la música, más la jerarquía del partido que se anuncia desde el comienzo del capítulo, todo genera la atención necesaria para terminar de verlo y escribir estas líneas.
Como los mejores trailers de película, como los mejores compactos de partidos, así se suceden las imágenes del Barcelona-Real Madrid de 2018 en Matchday Inside FC Barcelona, la serie estrenada por Netflix el último miércoles.
La calidad de las imágenes se explica fácil. La producción está a cargo de Barsa Studios. Y no se limita sólo al partido elegido para el primer episodio. La cámara lenta se luce en los entrenamientos y, entre varias tomas áreas del Nou Camp, se destaca especialmente la de la presentación.
Si el suspenso y la tensión crece durante el partido, la serie compensa bien con tramos de entrevistas en los que se cuentan historias de vida o un simple registro de la vida cotidiana de sus futbolistas. Se destaca un Suárez al borde de la emoción, hablando de sus hijos y su padre. También es interesante el encuentro entre el uruguayo y Messi, en medio de la preparación de un asado. Una perlita: el argentino lleva algunos cortes de carne... en una caja!
No es precisamente el capítulo más messista de la serie. Como se perdía el clásico por lesión, en el partido apenas se lo ve desde la tribuna con los hijos de Suárez. Sí se destaca el gol frente al Liverpool en la apertura de la serie y un festejo en slow con el ceño fruncido y la mirada directo a la cámara, sólo para verdaderos fans del rosarino.
Así, con excelente registro y calidad de imagen, Matchday... es una buena serie sobre los últimos acontecimientos del club catalán. Precisamente la elección de la temporada 2018-19 sea lo único que le resta al documental. Campeón de Champions, Liga y Copa en 2014-15 (sin meternos en la gloriosa etapa Guardiola), la elección de la 18-19 sólo se puede explicar en una decisión no tiene en cuenta los períodos más exitosos del club. Parece difícil pensar que el club no tenga imágenes de aquella temporada.
Sólo para recordar, fue en la 18-19 cuando el Barcelona parecía tener todo para ganar las tres máximas competencias y sólo ganó la Liga. El 3 a 0 como local, en el primer partido en las semis contra Liverpool fue trágicamente remontado en Anfield, y luego perdió la final de la Copa del Rey ante el Valencia.
Boca y River peregrinan juntos


¿Podés tener un hermano de River? Podés. ¿Podés tener un hermano de Boca? Podés. ¿Pueden compartir una peregrinación? Pueden compartir muchas.
Eduardo Pucheta es de Boca. Oscar Pucheta es de River. Todos los años peregrinan a Luján. Sorprende verlos entre tanta gente, uno al lado del otro, con la tricolor del Millonario y la titular azul y oro xeneize. Ante el comentario sobre la rareza enseguida responden: "¡Somos hermanos!". Y aceptan sonrientes la foto.
Nacidos en Chaco, vecinos de Ituzaingo desde hace varios años. Los cruzamos varias veces en el camino y fue lindo verlos a metros de la Basílica. Saber que habían llegado y que pronto se encontrarían con la Madre.
Después de varios superclásicos con hechos de violencia, muy valioso es el testimonio de estos hermanos.
"Madre, ayudanos a unirnos como pueblo" - 45° peregrinación a Luján
Fotos de Laura Vera Pinto (facebook: Lauvepin)
El ascenso también se copa
Con Brown de Adrogué, vencedor de Independiente ayer, son siete los equipos del ascenso clasificados a octavos de Copa Argentina. Sólo en la edición 2011-2012 hubo tantos en esa instancia.

Batacazos antes de esta Copa 2018, sí: Morón llegando a semis el año pasado, después de ganarle a San Lorenzo en segunda ronda; o Estudiantes de Buenos Aires y Tristán Suárez venciendo a River y a Racing en 2013. Sin embargo, hay que remitirse al regreso de esta competencia, en 2011, para encontrar tanta presencia del ascenso entre los mejores 16 equipos de nuestra copa. Por poner dos ejemplos, ni en España, ni en Italia encontramos tantos equipos de segunda división en un torneo que mezcle distintas categorías. Con formatos diferentes, las copas española e italiana de 2017-18 tuvieron cuatro y tres equipos entre los más importantes de cada liga.
En mayo de este año, ya Sarmiento de Resistencia había sacado a Racing. Los chaqueños, del Torneo Federal A (3ra categoría en la escalada nacional a la Primera División), se cargaron el último domingo a Unión. Ahora enfrentarán a Rafaela, que eliminó a Lanús.
Ayer se fue otro grande: Independiente, a manos del humilde Brown. Los de Pablo Vicó ya habían dejado afuera a San Martín de San Juan. Se cruzarán en octavos con Central Córdoba, otro del Federal A. Los santiagueños ya eliminaron a dos de Primera: Vélez y Tigre.
Otro que viene de bajar a uno de la máxima categoría es Temperley. Recordando su pasado cercano, el último domingo el Gasolero bajó Argentinos y se convirtió en el segundo equipo en clasificar a cuartos. Finalmente, sin dar ningún batacazo, Platense y Almagro se ilusionan contra River y Central.
Hasta ahora ninguno llegó a una final. Sí estuvieron muy cerca Deportivo Merlo (2011-12), Estudiantes de Buenos Aires (2013) y Morón (2017).
Son equipos que no valorizan la Copa en tanto vía de clasificación a la Libertadores. Solo en sueños. Primero es la posibilidad de codearse con los grandes del fútbol argentino. La posibilidad de lograr una hazaña y ganarles.
Este año el ascenso volvió a hacerse fuerte y quiere romper con la hegemonía de los grandes. Cuidado Primera. El ascenso también se copa.
Independiente-Santos, dos con mucha historia copera
El cruce de esta noche, 21.45, nos lleva a los inicios de la Copa Libertadores. Muchos años después, los dos quieren volver a meterse en la pelea.

1964, 1965, 1972, 1973, 1974, 1975, 1984: años de gloria para Independiente. Noches de Copa Libertadores, noches míticas que lo convirtieron en el Rey de esta competencia. Después, muchos años sin esas noches. Sí con las Supercopas de los '90 y las Sudamericanas de este último decenio. Pero ya no esas noches. Y esas son las noches que quieren recuperar Holan y su equipo. Por eso tanta emoción después de la final con el Flamengo, por eso el regreso al saludo que se hizo tradición durante aquellas Copas ganadas.
En esta edición 2018, difícil, con muchos campeones juntos, el Rojo se cruza hoy con el Santos. Bicampeón en el '62 y en el '63, en ese entonces "el Santos de Pelé" fue el primer brasileño ganador de la Copa más importante de la región. Como Independiente, también estuvo lejos de la Libertadores durante muchos años hasta que Neymar y compañía consiguieron el tercer título en 2011.
El Rojo y el Peixe se cruzaron en las semis en 1964. No jugó Pelé pero las crónicas dicen que el Santos era un gran equipo aún si él. Independiente perdía 2 a 0 en el Maracaná, lo dio vuelta y ganó también el segundo partido en Avellaneda. En la final venció a Nacional y levantó su primera Libertadores.
Aquel Santos de los ´60 no sólo tuvo cruces directos con Independiente. También enfrentó a Boca en la final del '63 (un gol de Pelé), cuando consiguió su segundo título. Y en el '62 y '65 también paseó su fútbol por Buenos Aires cuando jugó partidos de desempate contra Peñarol en el Monumental. El primero para definir la final (dos goles de O Rei) y el segundo, derrota 2 a 1 (Pelé), en la semifinal de la segunda Copa de Independiente.
El historial total del Rey de Copas ante el club paulista es muy favorable en otras competiciones continentales: también resultó vencedor en los cruces de octavos de las Supercopas '89, '94 y '95 (campeón en las últimas dos).
Hoy historia y chapa no faltarán. Y será una noche bien copera en Avellaneda.
¿Quién se anima a ser el próximo Godoy Cruz?
La Superliga vuelve con un Boca recargado de figuras dispuesto a llevarse el tricampeonato. ¿Podrá con todo o se volcará solo a la Libertadores? ¿Quiénes le darán pelea?

Mauro Zárate, Cardona, Pavón, Wanchope. Tévez en el banco. Gago y Benedetto recuperándose para volver. Olaza, Izquierdoz y Andrada llegando para reforzar la defensa y el arco. Todo eso, más lo que ya tenía, hace de Boca el principal candidato a ganar una nueva edición del principal torneo argentino. Será el segundo con el nombre de Superliga y arranca hoy a las 19 cuando se enfrenten Vélez y Newell's, en el Amalfitani.
Más allá de las bajas y los refuerzos que cada equipo sufrió o trajo, está bueno repasar qué otras competencias está jugando, al menos en el inicio del torneo.
En el camino al tricampeonato Boca tendrá que regular esfuerzos en tanto está jugando también la Copa Libertadores y la Copa Argentina. Otros equipos que parten en esa situación son River, Independiente, Estudiantes y Atlético Tucumán. Racing tiene que definir su cruce copero con River pero ya quedó afuera de la competición argentina.
También están los clubes abocados a la Sudamericana. San Lorenzo, que también arranca hoy (21hs vs Tigre), había perdido 2 a 1 con Temuco, protestó por la mala inclusión de un jugador rival y le dieron ganado el partido 3 a 0. El miércoles que viene irá a Chile con grandes chances de pasar de ronda. Del otro lado del cuadro, Colón recibirá a San Pablo después de la hazaña en el Morumbí (1-0). En octavos jugaría con Junior de Barranquilla y de pasar esa instancia se cruzaría con el ganador de Defensa y Banfield, otros dos argentinos que continúan en la competencia.
Por último, están aquellos equipos que encararán el torneo apuntando también a la Copa Argentina. Lanús, Unión, Gimnasia y Argentinos jugarán contra rivales del ascenso. Central y Talleres se cruzarán sin compromisos internacionales de por medio. Newell's va contra At. Tucumán. Y el otro tucumano y recién ascendido, San Martín, enfrenta nada más ni nada menos que a Boca. Ya mencionamos que River, Independiente y Estudiantes (juegan contra equipos del ascenso) continúan en Copa Libertadores. San Lorenzo y Colón, ambos en Copa Sudamericana, se enfrentarán entre ellos en la versión argentina.
Así, con este panorama, nos encontramos con algunos equipos, no mencionados hasta ahora, que han hecho un gran campeonato la última temporada y sólo disputarán un torneo, al menos en este semestre. Es el caso de Godoy Cruz y Huracán. Segundo y cuarto en la Superliga 2017/18, no jugaron las copas internacionales este año y ya han quedado afuera de la Copa Argentina. Es cierto, jugarán la Libertadores 2019 y Huracán, particularmente, tiene un fixture dificilísimo en el arranque. ¿Podrán dar pelea en el inicio? Y si no son ellos, ¿quién se animará a ser el próximo Godoy Cruz?
"Los problemas los van a tener los rivales que se enfrenten a Huracán"

Al Globo le tocó un fixture difícil pero Gustavo Alfaro le pone el pecho y se muestra confiado a partir del buen rendimiento en el último campeonato: "Éramos un rival al que todos querían enfrentar y hoy somos un rival a vencer".
Empieza la temporada para el equipo de Parque Patricios. Hoy, por Copa Argentina, a las 21.10, se enfrentará al humildísimo Victoriano Arenas. Primera A contra Primera D, enormes diferencias en los presupuestos. Distinto será el inicio de la Superliga en dos semanas. Los primeros siete partidos incluyen a River y a Boca en la primera y tercera fecha, tres viajes al interior y la doble fecha de visitante. Los gestos de Alfaro son los de quien acepta lo que se dispuso pero desearía otro panorama: "Siempre querés un fixture más aliviado. Da la sensación de que están apuntando para que te peguen en el medio de la pera. Pero yo digo que los problemas los van a tener los rivales que se enfrenten a Huracán".
La confianza del entrenador nace de los buenos antecedentes de su equipo. Cuarto en el último torneo, el Globo redondeó una buena temporada y se alejó de los puestos de descenso. Sin embargo, nuevamente, serán cuatro los equipos que perderán la categoría. Eso hace que el rafaelino siga teniendo un ojo en la tabla de los promedios: "Estamos mejor que el año pasado pero el piso está cada vez más arriba. Tenemos Copa Libertadores, lo que siempre trae mucho desgaste en el segundo semestre. Ya hay una historia de Huracán que lo ha condenado en ese aspecto: le iba bien en las copas internacionales y padecía el torneo local y la categoría. Ese es un escenario que yo no quiero repetir, más allá de que la Copa seduzca".
Siempre muy analítico, considera que se trata de "un año mucho más complejo que el anterior porque si bien la lucha por no descender es una lucha ingrata, cuando vos estás en un nivel de expectativa ya estás en otro nivel de exigencia. En el torneo pasado éramos un rival al que todos querían enfrentar y hoy somos un rival a vencer. Para estar en ese lugar se necesita una respuesta mucho mayor a la que tuvimos el año pasado".
Por último, proyectando el final de temporada, el técnico ya se plantea objetivos importantes: "Me gustaría clasificar nuevamente para jugar una copa internacional y pasar octavos de final de Copa Libertadores". Falta mucho pero el equipo de Alfaro se rearma y trabaja duro para conseguirlo. Y ya no sería sorpresa.
Foto de @AgustinMarcarianFotografia
"El semestre pasado fue de transición"
Ezequiel Carboni evaluó sus primeros meses como DT de Lanús y en la previa del cruce con Junior se ilusiona con lo que viene: "Tenemos mucha confianza de pasarlo y después empezar a pelear todo lo que tengamos en el camino".

No fue fácil su primera experiencia en Primera. Carboni asumió para el último partido de 2017, Lanús venía de jugar la final de la Libertadores pero enseguida comenzó el éxodo de jugadores importantes: Sand, Braghieri, Velázquez, Aguirre. Cabe aclarar que no todos se fueron por algún traspaso.Conocedor de los juveniles por su trabajo anterior, Carboni mandó a la cancha a los Belmonte, Lodico, Carrasco y Thaller. Los resultados no fueron los mejores (3 triunfos, 10 empates y 5 derrotas) pero el equipo pasó el cruce de Sudamericana contra Sporting Cristal y se lograron otras metas: "Fue un semestre de transición.Fuimos cumpliendo un montón de objetivos que nos habíamos propuesto como potenciar juveniles y que el club tenga, nuevamente, patrimonio con estos chicos".
Durante esta última pretemporada Lanús perdió más jugadores, campeones durante el proceso anterior. Son los casos de Marcone y Román Martínez. Llegaron refuerzos como Coniglio, Mugni, Pereyra Díaz y Pablo Martínez pero el refuerzo principal, lesionado en un amistoso, no podrá estar hasta principios de agosto: "Ribas (venía de hacer 13 goles en Patronato) era el jugador que habíamos pedido como número uno".
La competencia arranca hoy pero el entrenador sigue esperando algún refuerzo más, en especial en algunos puestos en particular: "Necesitaríamos algún jugador en el medio y algún marcador central con perfil zurdo. Estoy muy contento con Herrera y García Guerreño pero si se lesionan el recambio es un chico". A pesar de su confianza en los juveniles remarca que "pueden ser un recambio importante en algún momento que los necesitemos".
Con el final de la epopeya mundialista la mirada vuelve al fútbol local y regional. Para Carboni y Lanús comenzará hoy con la Copa Sudamericana, la que el club ya ganó en 2013 con un equipo que le dio varios títulos. De ese equipo queda poco. Con seis meses de recorrido hoy veremos cómo está el nuevo Lanús.
Uruguay, un proyecto de 12 años

La selección uruguaya perdió ayer con Francia y se quedó afuera del Mundial. Jugó como lo venía haciendo desde hace mucho tiempo. "12 años", recordó su entrenador, el Maestro Tabárez. Perdiendo por dos goles, hizo cambios para torcer el trámite del partido. Alguno incidió más que otro pero no alcanzó ni para ponerse a uno. Tal vez podría haber presionado más adelante, al menos los últimos 10 minutos pero ni en eso se apartó sus maneras. Tampoco es la intención analizar en detalle eso. Entonces, más allá de la táctica implementada en todos estos años, y más allá del resultado de ayer, volvemos a rescatar lo valioso de un proyecto a largo plazo, lo importante de sostener y bancar un entrenador en todo el tiempo de preparación para una Copa del Mundo.
Después el Maestro habló de diferencias económicas con las potencias europeas. Es cierto. Como también es cierto que hoy Francia reúne un equipo (y más de once también) con un talento que no sólo se alcanza mediante esas ventajas económicas. Pero volviendo al tema de los procesos, se puede perder como perdió Uruguay, con el respaldo de un trabajo a largo plazo, conscientes de virtudes y defectos, con una idea muy clara de cómo jugar; o se puede perder como perdió Argentina, sin proyecto, con un entrenador que agarró al equipo con chances de no clasificar al Mundial, y en consecuencia (y no sólo por esta etapa Sampaoli), sin tener en claro cuál es su juego.
"No vamos a tomar este partido como referencia que contradiga todo lo que venimos haciendo desde hace 12 años, para poner a Uruguay en el concierto del fútbol importante. Ahora, si me dicen que por perder este partido, eso no sirvió para nada, me parece que no se entiende mucho la cosa."
Tal vez sea repetitivo pero ayer cuando escuchaba a Tabárez volví a valorar su trabajo y la decisión de la Asociación Uruguaya de bancar su proyecto. Bancarlo con los triunfos y con las derrotas, con la Copa América 2011 y el cuarto puesto en Sudáfrica 2010 pero también con las copas del 2015 y 2016. Y bancarlo incluso cuando algunos hinchas lo querían afuera: https://www.youtube.com/watch?v=WTVZ_GHOYAs
También me pareció interesante destacar esta otra conclusión, muy valiosa teniendo en cuenta que acababa de terminar el partido: "Duele pero quizás no tenemos ni el derecho de ser dramáticos porque quizás nuestra realidad es esta y en esta oportunidad no la pudimos superar."
Tal vez esa declaración suene chocante con relación al proyecto de 12 años, con todo el trabajo realizado y la ilusión generada. Pero la otra opción es la del drama, que a veces, entre los hinchas, nos lleva a exagerar el valor que se le pone a un deporte o a una competencia. Drama que nos deja enojados y, creemos, nos da derecho a agraviar a los futbolistas de una selección o a su entrenador. ¿Vale la pena vivirlo así?
¿Y ahora qué? Cuando la pelota la tiene la dirigencia

Casi siempre las miradas y el análisis apuntan a los jugadores y a los técnicos pero hay momentos que son casi exclusivos de los dirigentes. Este es uno de ellos. Con el final de un ciclo mundialista tan interrumpido como el último, ahora las próximas decisiones quedarán en manos de Chiqui Tapia y aquellos que lo acompañan en la AFA. Es su momento. Un momento para pensar bien, proyectar, evaluar propuestas y, recién después, definir. Por eso es importante que los dirigentes se tomen ese tiempo y que no definan apurados.
¿Qué proyectar? Un plan de, por lo menos, cuatro años. La lógica es que algo planeado, algo a lo que se le da continuidad más allá de los resultados, tiene más chances de culminar con resultados positivos que cualquier proceso con interrupciones. Y sí: darle continuidad más allá de los resultados incluye bancar a un entrenador aunque pierda dos finales de Copa América.
Si hablamos de técnicos sostenidos en el tiempo, la AFA no le da continuidad a un entrenador desde 2004, año en que se fue Marcelo Bielsa. El rosarino había asumido en 1998 después del Mundial de Francia y Grondona le había renovado en 2002 tras la experiencia de Corea y Japón. Pekerman completó el proceso hasta el Mundial de Alemania; Basile y Maradona se dividieron el previo a Sudáfrica; Batista y Sabella, el de Brasil; Martino, Bauza y Sampaoli, la última cruzada.
Claro que en esta búsqueda puede haber excepciones y en el camino no todas son victorias. Aun así, cabe mencionar que el último campeón del mundo sostuvo al mismo entrenador desde 2006. Low había terminado tercero en Sudáfrica y había perdido en semifinales en la Euro 2012. Podrían haberlo echado por no ganar nada. Algo similar podría haber sucedido con el Maestro Tabárez en Uruguay. A pesar del cuarto puesto en Sudáfrica y el título en la Copa América 2011, los malos resultados en las Copas de 2015 y 2016 (cuartos de final y primera ronda) podrían haber sido razón para algún cambio en la conducción. En cambio, los sostuvieron. Sostuvieron a los conductores de esas camadas de jugadores y tuvieron su recompensa grande. Aquí mismo los procesos de Bilardo y Menotti han sido sostenidos hasta los Mundiales que lograron ganar. De nuevo: pensar un proceso que apunte a más de un período mundialista sería lo ideal pero al menos proyectemos y sostengamos uno por cuatro años.
¿Y por qué lo ideal sería proyectar a más de un período mundialista? Porque dentro del proyecto debiera ser contemplada la formación de los jugadores que algún día llegarán a la Selección mayor. Y porque en ese caso los procesos deben ser pensados a ocho o doce años. Entonces, un buen proyecto sería que los entrenadores elegidos para las selecciones juveniles y el entrenador de la mayor trabajen en conjunto y lleven adelante ese plan común. Y allí es donde también entra la elección de un estilo en particular que debiera ser ejecutado por igual en todos los niveles. En el proceso previo a Sudáfrica, España había cambiado su entrenador en la Mayor, pero el plan desarrollado en juveniles muchos años atrás tuvo su fruto en el primer Mundial africano. En este aspecto también tenemos un ejemplo que funcionó muy bien: las selecciones juveniles coordinadas y dirigidas por el equipo de José Pekerman. Con un estilo ofensivo y vistoso las selecciones juveniles alcanzaron resultados muy positivos y sus jugadores nutrieron durante mucho tiempo a la mayor, además del éxito conseguido individualmente en el fútbol europeo de clubes.
El proyecto entonces, debe tener una meta: alcanzar una identidad de juego a través de un estilo que se plasme desde las juveniles hasta la mayor y fijar un objetivo razonable (campeón hay uno solo) para la próxima Copa del Mundo. En este punto será diferente si el proyecto se plantea conjuntamente con un plan de juveniles o si solo se piensa con la mayor. De una u otra manera tiene que ser sostenido y apoyado por la dirigencia, más allá de los resultados y la obtención o no de títulos en el camino hacia esa meta. Ahora bien, ahí es donde entran en juego otros actores que intervienen desde la opinión o el reclamo. Obviamente me refiero a los medios de comunicación pero también al público futbolero. Es muy difícil sostener un proyecto cuando la crítica y el análisis se transforman en agravios desmedidos y, fundamentalmente, pedidos de cambios durante ese proyecto.
Hablar de nombres propios, finalización o continuidad del actual entrenador puede quedar para otro momento. Primero dejar en claro que es importante volver a proyectar a largo plazo. No desesperar, tener la pelota, pensar, levantar la cabeza y dar un buen pase.
"Siempre con la pelota" ¿Siempre con la pelota?

Sampaoli declaró que así quiere jugarle a Francia. También imaginó la estrategia del rival: "va a forzar errores para contragolpear". Ante la posibilidad del ingreso de Pavón por Higuaín nos preguntamos si realmente el casildense pensó el partido con la pelota, o al revés, cediendo el protagonismo.
La falta de una referencia clara de ataque llevaría, en principio, a un adelantamiento de las líneas francesas. Ante cualquier pelota recuperada la Selección podría aprovechar ese avance del rival y el espacio que se abre por detrás de la última línea. Así se podría sacar ventaja con la velocidad de Pavón, Di María y el mismísimo Messi. El gol a Nigeria fue un ejemplo claro de lo que puede lastimar Lio en esa posición.
Ahora bien, siguiendo las palabras del técnico, y sin la presencia del delantero más alto que tenemos, habría que pensar en un ataque estacionado sobre el campo rival, con mucha movilidad de todos los hombres de ataque, y obvio, sin tirar centros. Consenso mediante, y esto es algo que parecen estar trabajando entre los jugadores y el entrenador, ó Messi, ó Pavón debieran pararse entre los centrales, entrando y saliendo, pero en definitiva, conteniendo a Varane y a Umtiti. Eso más volantes que lleguen y puedan pisar el área sorprendiendo a la defensa francesa ante la falta de una referencia. Es una opción que podría resultar pero parecería necesitar de mayor tiempo de trabajo. Y con esos jugadores sería más lógico lo primero que planteábamos: repliegue, sin la necesidad de pararse cerca del área de Armani, y contragolpe con los rapiditos. Aunque también uno podría preguntarse si no alcanza con la velocidad de Messi y Di María y entonces repetir el 11 ganador ante Nigeria.
Una pregunta que surge en caso de ese cambio, y a partir de los dichos de Sampaoli, es si Messi aceptaría tener menos contacto con la pelota y pararse definitivamente como delantero. El 10 se ha acostumbrado, y ahora también en el Barsa, a retroceder cada vez más y tomar el rol de armador.
En la previa pinta un partido durísimo. A diferencia de nosotros, hablamos de un rival que viene trabajando con el mismo entrenador desde 2012, con un Mundial y un subcampeonato europeo de experiencia (de Brasil 2014 repiten Lloris, Varane, Matuidi, Pogba, Giroud y Griezmann). Parece difícil imaginar a Francia jugando de contra pero es una posibilidad si nos guiamos por la juventud y velocidad de sus atacantes. No es seguro, por otra parte, cuál será el planteo. La diferencia es mínima porque tiene volantes muy ofensivos pero un 4-2-3-1 con Pogba sumándose a Mbapé, Griezmann, Dembelé y Giroud agregaría un jugador de ataque, en lugar de un 4-3-3 con Matuidi, Lemar o Tolisso en lugar de alguno de los delanteros mencionados y acompañando a Kanté y Pogba en mitad de cancha.
La falta de contundencia de los Globetrotters del fútbol

Ninguna selección toca como ellos. Ninguna selección brilla como brilla la selección española cuando sus jugadores empiezan a mover la pelota y sus rivales no llegan siquiera a cortar la jugada. Toques de primera, jugadores que se muestran pero la dejan pasar para otros que siempre llegan, a veces algunos lujos como tacos o gambetas. Ahora bien, este juego deslumbra y atrae a muchos pero puede ser ineficaz si las jugadas no terminan en gol o, a veces, ni siquiera tienen una terminación.
Como los Globbetrotters llegaba esta selección española al Mundial, sobre todo después de la goleada 6 a 1 sobre Argentina. Sin embargo, la primera ronda mostró a un equipo dominador pero poco contundente en comparación con la tenencia de pelota que suele tener.
Un punto a favor podría ser la paciencia con la que maneja los partidos. Hoy fue sorprendente ver la tranquilidad con la que armaban juego, con el partido empatado, con el riesgo de que Marruecos en una contra los complicara para clasificar a la fase final. El gran problema es que esta selección española no se ha mostrado fuerte en defensa. Los cinco goles recibidos son un claro ejemplo de que el famoso refrán puede ser peligroso para el equipo de Fernando Hierro: "los goles que no se hacen se sufren en el arco propio".
Se viene la fase final donde deberá enfrentar a Rusia. Son partidos aún más peligrosos, donde un descuido puede llevar a la eliminación. Es cierto que el rival carece de figuras de renombre internacional pero Irán y Marruecos tampoco las tenían y lo complicaron por momentos. España tiene la paciencia y el juego ofensivo necesarios para abrir un equipo que seguramente se replegará y buscará contraatacar. Zafó de Uruguay, un rival que probablemente le iba a jugar así pero mucho más duro y peligroso en ataque.
El verdadero faraón de Egipto

Ni toda la
fama de Mohamed Salah, ni toda la historia de Ramsés. Tras el primer partido de
Egipto en Rusia 2018, estamos en condiciones de establecer que el verdadero faraón
de Egipto es Héctor Cúper. El santafesino armó un equipo fuerte más allá de su
jugador estrella. No le fue fácil a Lucho Suárez y compañía entrarle al duro
seleccionado africano. Recién en el minuto 89 se quebró la fortaleza que
defendía el arquero Elshenawy.
Obediente discípulo del gran Timoteo III, el viernes pasado el faraón Cúper estuvo muy cerca de la hazaña. Días después el mismísimo Ronaldo Luís Nazário de Lima se quejaba de sus métodos cuando fue su jugador en el Inter en 2001 y 2002. Los 4 km diarios y las palmadas en el pecho antes de entrar a los partidos fueron demasiado para el crack brasileño, que terminó sucumbiendo ante el poder del faraón. Hoy contará con una de las figuras del Mundial y sus chances se acrecientan, aunque enfrente estará la sorpresiva Rusia, la del triunfo más rotundo del torneo hasta ahora.
Jugador del Ferro campeón en 1982 y 1984, entrenador del Lanús campeón de la Conmebol del '96 y del Mallorca y del Valencia en las Supercopas ganadas en 1998 y 1999, el santafesino llegó a la selección egipcia en marzo de 2015. El año pasado fue subcampeón de la Copa Africana de Naciones. Después clasificó a este Mundial, primero en su grupo, ganando cuatro partidos, empatando uno y perdiendo sólo uno. Hoy el faraón buscará que su equipo sume los primeros tres puntos. Los necesita si quiere seguir dando muestras de su poder en Rusia.
Cuánto hizo Islandia, cuánto le faltó a Argentina

El planteo islandés complicó a Argentina. Su estrategia defensiva pero también la ofensiva. Atacó poco pero cada contra o segunda jugada mal defendida, siempre tuvo a la primera línea y a los volantes argentinos con más pasividad que acción sobre el juego. Mirando más que accionando.
En el primer tiempo Argentina movía la pelota de un lado al otro pero se encontraba siempre con la doble fila islandesa muy firme. Algo podría haber cambiado, de hecho sucedió en el segundo tiempo, en caso de haber sumado un mediocampista más ofensivo en lugar de Mascherano o Biglia. Por más que el entrenador allá dicho que tienen buen pase entre líneas, Lo Celso, Enzo Pérez o Banega están más habituados a ese juego.
De todas maneras, ese cambio tampoco hubiese sido garantía de una mejora. El problema en ataque difícilmente se resuelva con un cambio sino con tiempo. Algo que obviamente no hay, al menos durante este Mundial. A Sampaoli, y a muchos, nos gusta el juego de tenencia y circulación de España, y esa es la búsqueda. Pero las conexiones y la precisión en los pases son algo que no se gana con la cantidad de entrenamientos que tiene este equipo. Apenas hoy se vieron algunos buenos "rebotes" de primera para Messi. Positivo siempre y cuando no sea la única opción. Es decir, entendido como un buen recurso para armar juego más allá de los jugadores. Ahora, jugar sólo con Messi lo vuelve todo predecible para el rival. Es importante que surjan otras asociaciones.
Más allá de las dificultades para armar juego, fueron positivas las subidas de Tagliafico y Salvio, siempre dispuestos a atacar. Por su parte, poco pudieron hacer Di María y Meza.
Messi manejó bien la pelota y en algún momento encontró un espacio para sacar un zurdazo que contuvo bien el arquero. Pocas veces pudo jugar para Agüero, que definió muy bien en el gol. En ese sentido, puede ser una buena alternativa pensar en otro delantero neto para el partido que viene. Darle a Messi la posibilidad de tener dos referencias para un pase vertical.
El segundo tiempo tuvo el ingreso de Banega. El jugador del Sevilla pudo tirar alguna pared con Messi, siempre en el poco espacio que dejaban las 10 torres islandesas. También pudo verticalizar mejor con Agüero, con Meza o con el mismo Messi. Pavón terminó siendo más que Di María. Tal vez también porque el partido ya estaba en su tramo final. A Higuaín le quedaron pocos minutos y ninguna chance clara. Sí mucho esfuerzo e inteligencia para aguantar la pelota.
En esa segunda etapa hubo ocasiones más claras de gol. Y muchas fueron con Messi como protagonista, como para que alguno no le caiga por el penal errado. Un tiro como el del gol a Bosnia en el 2014 pero esta vez besó el palo, una con la derecha tras amagar con la zurda, y finalmente una con mala fortuna: un zurdazo que dio en la espalda de Banega. A esas hay que sumarle el centro de Pavón que nadie empujó y cuando parecía que se metía tuvo una respuesta rápida del arquero.
Para el próximo partido sería bueno probar con algún mediocampista más ofensivo y tal vez un delantero que acompañe a Agüero. Más allá de que la propuesta fuera llegar con muchos jugadores, Argentina atacó a Islandia con un solo delantero.
Zarpazo de la garra charrúa

Fue de menor a mayor y se quedó con el partido en el final. Gol de Josema Giménez a los 89'.
Sacó pecho el equipo de Tabarez. Estaba difícil entrarle a Egipto. En la última parte del partido el arquero Elshenawy había intervenido varias veces y el palo también le había negado el gol.
En el primer tiempo tuvo mucho manejo de pelota con Bentancur. Manejo prolijo pero lento para romper con la defensa egipcia. No fue sólo el ex Boca. Así atacó el equipo uruguayo en general.
El gran cambio se dio con los ingresos de Carlos Sánchez y el Cebolla Rodríguez en el segundo tiempo. Sobre todo por el ex Independiente. Su empuje fue muy positivo para doblegar, poco a poco, al equipo de Cúper. Poco pesaron Nandez y De Arrascaeta.
La combinación Suárez-Cavani demostró que no son sólo dos grandes definidores sino que también pueden funcionar bien entre ellos. Suárez estuvo lento para resolver en varias ocasiones, no sólo en la terminación de la jugada. El arquero le sacó bien un tiro cruzado desde la derecha pero podría haber definido antes en otra que tuvo del lado izquierdo. Cavani, en cambio, fue inteligente y eficaz en el juego para Suárez y más peligroso en las que tuvo él mismo. Tapadón del arquero ante una linda bolea y mala suerte en el tiro libre que dio en el palo.
El resultado puede parecer poco pero Uruguay fue mucho más que su rival. Por manejo de la pelota en el primer tiempo y por ocasiones de gol en el segundo. Bien Giménez forzando el foul en el tiro libre que terminó en su gol. Bien Sánchez en la ejecución y muy buen cabezazo del 2 para ganar el partido.
Párrafo aparte la solidez y el liderazgo de Godín en la defensa. Fuerte para rechazar cualquier pelotazo, inteligente para cortar alguna contra y prolijo para trasladar cuando Egipto estaba muy metido atrás. Es un gran ventaja la dupla con Giménez, teniendo en cuenta que son la dupla titular del Aleti campeón de la Europa League.
La Eurocopa 1960: la única estrella de la selección rusa

El cuarto puesto en el Mundial de Inglaterra 66, el tercer lugar en la Euro del 2008; ambos fueron resultados destacados para una Federación que no tiene muchos trofeos importantes en sus vitrinas. A esas dos buenas actuaciones se le suman las medallas doradas de los Juegos Olímpicos de Melbourne y Seúl. Sin embargo, en competencias exclusivamente de fútbol, la única estrella que podría lucir en su camiseta es la de la Eurocopa 1960, la primera edición de ese torneo.
Dieciséis selecciones jugaron la ronda clasificatoria previa a la fase final disputada en Francia. Eran tiempos de la Unión Soviética. Así participó la futura Rusia hasta 1991, con el plus de incluir jugadores que hoy representarían a otros países.
Aquella selección soviética tuvo varios integrantes destacados como Viktor Ponedelnik, autor de goles trascendentales en ese torneo, o Igor Netto, capitán del equipo, también cuando ganaron el oro en Melbourne. Ninguno de ellos tan relevante como Lev Yashin. El arquero, que participó de cuatro mundiales entre 1958 y 1970, es considerado el jugador más destacado de la historia del fútbol ruso. La Araña Negra, así llamado por los colores que usaba, es el único en haber ganado el Balón de Oro en su puesto.
La Euro 60 tuvo la particularidad de haber comenzado dos años antes de su etapa final en suelo francés. Varios partidos se disputaron en 1958. Uno de ellos, el primero para la URSS, fue el que jugó con Hungría en el estadio Luzhniki, el mismo que se utilizará para el partido inaugural y la final de la Copa del Mundo.
Dirigidos por Gavril Kachalin, también entrenador en los Juegos Olímpicos cuatro años antes, los rojos vencieron 3 a 1 en el primer partido y 1 a 0 en el segundo.
En cuartos debían enfrentar a España. Sin embargo, una decisión política boicoteó un cruce con una selección importante de la época. El plantel español estaba preparado para el partido cuando se enteró por la prensa que su federación suspendía los dos encuentros. Al parecer el mismísimo Francisco Franco habría sido el responsable. Ante la respuesta dubitativa sobre si su equipo tenía chances ante el combinado soviético, el general prefirió dar de baja a su seleccionado. Se especula que temía que una posible derrota fuera aprovechada por el Kremlin como propaganda política de su régimen en todo el mundo.
Con el pase directo a semifinales, los rusos enfrentaron a Checoslovaquia, otra nación que se dividiría tras la caída del muro de Berlín. A partido único, la victoria por 3 a 0 puso a los de Kachalin en la final ante Yugoslavia.
La final se disputó en el Parque de los Príncipes, en París. El serbio Milan Galic abrió el marcador para los balcánicos, que dominaban y agigantaban la leyenda de Yashin. Slava Metreveli lo empató ante un descuido del arquero rival. Finalmente, cuando se jugaban 23 minutos de prórroga, Viktor Ponedelnik le dio, a Rusia, el único título que tiene en su historia.
Il primo grande campione

1898, 1899, 1900, 1902, 1903 y 1904. Con excepción del scudetto de 1901 que ganó el Milan, los primeros años de la liga italiana vieron la hegemonía de un club que hoy está lejos de la gloria supo ostentar. El Genoa Cricket and Football Club, además de ser el equipo más antiguo de la Liga Calcio fue también su primer gran campeón.
En una época en la que el fútbol empezaba a llegar a todo el mundo llevado por los ingleses, el Genoa tuvo una altísima influencia británica. Fue fundado en 1893 en la sede del consulado británico de Génova. Los jugadores genoveses fueron admitidos solamente en 1897. Al principio sólo jugaban los ingleses. En 1901 eligió sus colores definitivos, el rojo y el azul, en honor a la bandera del Reino Unido. Y su nombre, si bien otros clubes también lo expresaban, todavía mantiene esa influencia en las palabras que lo componen.
Es cierto que los primeros torneos eran muy simples. El primero, ganado al Internazionale Torino, constó de sólo tres partidos y se disputó en un solo día; el segundo, ante el mismo oponente, también totalizó tres encuentros. Aún así, nadie le quitará al Genoa el cuarto lugar en la tabla de campeones, detrás de la Juventus, el Milan y el Inter, además de su gran influencia en la promoción del fútbol en los años de desarrollo en Italia.
El tercer scudetto lo logró al vencer al FC Torinese, club que había absorbido al Internazionale y que luego derivaría en el actual Torino FC. Para esa edición aparece el Milan, que en 1901 cortaría la racha de Il Grifone, como se conoce al Genoa por llevar en su escudo al grifo, animal mitólogico símbolo también de la ciudad. Los otros tres títulos los conseguiría ante el Milan y dos veces ante la Juventus, que también comenzaba a participar del Campionato Italiano di Football.
Fue un tiempo de gloria para el Genoa, con casi seis campeonatos consecutivos. Sin embargo, algunos años más tarde cuando los torneos eran ya de más de 20 partidos, el club genovés sumaría tres títulos más. Fueron los scudettos de 1914-15, 1922-23 y 1923-24, conseguidos ante Torino, Lazio (la Federación Italiana se lo otorgó pero nunca llegó a definirlo porque comenzó la Primera Guerra Mundial) y Savoia.
En 1936-37 ganaría su último título: su única Copa de Italia. Los años siguientes no se emparentaron con la mejor época del Genoa. El club descendió diez veces y lo más destacado desde su último ascenso en 2007 fue el quinto puesto en 2008-09.
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